Escrito por Rav Avraham Edelstein
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Nunca podremos llegar a comprender las profundas implicancias teológicas de la masacre en la escuela de Connecticut. Sólo podemos llorar.
La tragedia de cada vida perdida por una masacre sin sentido está más allá de nuestra comprensión. Podemos agregar «¿Dónde estaba Dios durante el tiroteo?» a nuestra larga lista de preguntas sin respuesta.
Sin embargo, ellas permanecerán sin respuesta, a excepción de algunas ideas generales de por qué hay sufrimiento en este mundo, sobre todo sufrimiento causado por el hombre.
Una cosa es segura – si todo lo que hay es Este Mundo, entonces ningún sufrimiento será jamás comprendido. Este mundo no es un lugar justo, en el sentido de que son tan vastas las discrepancias en cómo vive la gente y cómo terminan sus vidas. Tampoco todas las historias de sufrimiento tienen un final feliz, en términos mundanos. Las cosas sólo pueden comenzar a tener sentido si creemos que este no es el mundo de la recompensa. Es el mundo en donde tenemos la oportunidad de obtener esa recompensa. Y esa oportunidad podría ser una hora, un día, un año o un siglo. No digo esto para tratar de entender la tragedia, sino sólo para explicar la base mínima sobre la cual se podría, quizás, comenzar una exploración de la materia.
Permítanme terminar con el siguiente Jazal:
El Faraón llamó a tres hombres para que lo asesoraran sobre la conveniencia de esclavizar a los Judios: Itró, Iyov y Bilam. Itró aconsejó en contra; Bilam a favor y Iyov, que dijo que no tenía el poder suficiente como para detener al Faraón, guardó silencio. Iyov sufrió mucho después, y la pregunta es ¿por qué? Si él no podía hacer nada, ¿acaso fue castigado por su silencio? El Maharshá explica que cuando algo te duele debes gritar. Lloras no porque se puede hacer algo al respecto, sino sólo porque te duele. Iyov debería haber gritado. Tendría que haber sentido el dolor. Su silencio mostró una insensibilidad por la cual sufrió posteriormente.
La mayoría de nosotros estamos demasiado desconectados de la masacre en Connecticut como para hacer algo al respecto, para consolar a los dolientes, o para prevenir que algo así suceda de nuevo. Pero, cuando algo duele, deberíamos gritar.