Suelen decir que la muerte es una parte de la vida. Para quienes quedan vivos y experimentan la muerte de un familiar o de un amigo cercano, evidentemente esto es cierto. De hecho, la tragedia de la muerte ofrece un profundo desafío para aquellos que perdieron a un ser querido pero siguen vivos; se trata de un desafío que a menudo es difícil de enfrentar.

Como con todos los aspectos de la vida, la Torá y los comentaristas se refieren a la experiencia de la muerte desde todos los ángulos: tanto desde la perspectiva de la persona que fallece como la de aquellos que siguen vivos. Lejos de ser un «final» desesperanzado, el judaísmo nos provee un marco sensible a las necesidades tanto del fallecido como de los deudos. Tenemos las mitzvot de enterrar al muerto, la familia inmediata debe guardar luto y la comunidad consolar a los deudos. Buscamos consuelo entendiendo que todos los actos de D’os son perfectos, Él trae a la persona a este mundo para que se esfuerce por cumplir su misión en la vida, y finalmente D’os se lleva su alma para la existencia eterna en el Mundo Venidero.


 

 

 

 

 

 

 

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